Gracias a la labor del emperador Augusto, Écija se formó como una gran ciudad para continuar con el legado a pesar de la caída del Imperio Romano.
Con la llegada de los árabes, descubrieron que Écija se trataba de una tierra muy fértil gracias a la disposición que tenían con el río Genil. Por ello, aprovecharon el emplazamiento estratégico para poder introducir en la ciudad muchos de sus conocimientos sobre el campo.